Suelo quedarme horas delante de la pantalla, como
prefiriendo la vida breve de las películas, y no ésta que me deja frente al
papel en blanco sin una palabra que escribir en un artículo, una tesis o una
breve reseña delos trabajos pendientes.
De ficciones o leyendas crecí entre las narraciones de las
historias de tíos, tías, primos y libros; reconozco llevar una culpa inmensa de
inventarme historias o de querer aventurarme en alguna osadía, unas veces de
atrevida, otras de modo inexplicable.
De viajes, los primeros comenzaron por el divorcio de mis
padres, luego vivir con mis abuelos, así cuando mi madre tuvo su casa, o con la
primera larga beca de seis años, fuera de provincia.
Luego me quedó, algo así como un vicio, de escapadas ante
malas experiencias, curiosidades por lugares exóticos de Cuba o el hecho de
vacacionar con la familia, como hábito de la edad laboral interminable de mi
madre, así que en vacaciones tenía el gusto de viajar a casa de mi familia,
grande y dispersa por Cuba.
Leyendo, haciendo intentos de escribir, escribiendo los
muchos caminos de mi inquieta mente; aun cuando me hice de este blog de viajes
no he plasmado nada de ellos. Entre col y col, me propongo hacerlo a medias,
poco a poco o de modo fortuito, ya veremos.

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