Curiosamente murió Avito Rafael de la Torre Mora, un 14 de
junio, un hombre, en buen cubano, con más c…… que Maceo, como se dice en Cuba,
cuando se es de armas tomar… y más
aventurero que el Che, como dicen algunos cuando quieren reconocer la osadía de
un hombre que Daba todo sin razones… ambos nacidos ese mismo día, igual fecha
de otros años, y con otras historias.
Avito de la Torre comprometido, combatiente, humilde; de
aquellos campesinos que encontraron los expedicionarios del Granma en la Sierra
Maestra, los reunidos luego de diezmadas las tropas, para hacerse parte de lo
que sería el Ejército Rebelde, para organizar junto a su padre y hermanos, el
camino desde la Sierra y el campesinado que educaban en la propia lucha por ser
dueños de su tierra.
Un hombre con el sueño de ser militar, tanto como la
disciplina para enrolarse en donde se le pidió que estuviera, las actividades
administrativas de la naciente
revolución cubana.
Como el Che anduvo de una a otra parte del país, adonde lo
llevara la fluidez de su vida, con la entereza de quien debe entrarle de
frente, desde gigantes que se le enfrenten sin pedir permiso, lo reten como
persona,conminándolo a seguir pase lo que pase, a comprometerse, a crecerse, a forjarse,
a nacer una y otra vez, hasta llegar a 83 años de edad, con las ganas de seguir
adelante.
En su dolor, más que la edad asumía, con especial espíritu,
lo que el mío le sugería para repetirse, “elijo sanar”, o repetirle a quien le
interpelaba “de aquí no me voy (de casa de su hermana ñica) hasta que no suba
25 kilos” (no ya las 25 libras que había dejado).
Solía tejerse sueños de ser cuidado por su hermana en otra
provincia o rodearse del confort de uno de los hijos a quien le dio vida, ya en
otras tierras.
Mi madre, quien en más de una ocasión, antes y después de mi
existencia, ha querido dejar esta vida, pierde a uno de sus más grandes pilares
espirituales en su familia. Ahora le toca despedir a su tercer hermano en 3
años, aunque hace menos de un año que perdió a otra de sus mayores.
La familia “de la Torre” dejó ir a sus mayores, Ana (agosto
2017), Avito (junio 2018) sin que se detenga ese legado humilde y poderoso que
le apellida, sin que se amilane su fuero, aquel en la Sierra Maestra, Cedo, o
de Santiago de Cuba a La Habana, Javier, o en el propio Bayamo, Fe, quien hasta
después de ida en su viaje final quiso aparecer en el sueño de su hermana, unos
meses menor, para recomendarle a Chávez que pronto se le uniría en el deceso.
Todas despedidas tristes, fuertes, agigantadas con Yordano
(La Habana, 2013, con solo 11 años de vida).
Cada uno de ellos es una huella profunda, única, poderosa en
sí. Cada una lleva ese dolor personal en el coro familiar más pequeño, cada uno
es una parte de todos los “de la Torre”, para quienes la risa, el canto o la
seriedad de un propósito es un camino indetenible.
Se fue Avito Rafael de la Torre Mora, sus hijos: Heriberto,
Estela, Ángel, Miguel, Avito, Yudexi, Joaquín, Lenard y yo, sumada por él
mismo, fundada en su camino; le recordamos en esa sonrisa de maldad que muchas
veces alumbraba a la familia donde aparecía de repente porque esa era la guagua
que había pasado, o viraba con el objetivo de averiguar dónde se quedaría entre
tantos invitados y la poca cama.
Ese reír, luego de un accidente frente amí, accidentada
también, para probarnos quién se había dado más golpes, o el que seguía el
camino del militar a todas partes como parte de su sueño no cumplido, con
orgullo despedirlo en la distancia del deber o en la actriz, la chilena –
cubana, o los que como Don Quijotes le hacían el juego de mellizos para estar
en igual grado del curso escolar, no separarse, ir a Etiopía, cambiarse de
apellido, comandar trabajos, enrolarse en aventuras diversas con el pequeño de
esa camada de huérfanos, que su tamaño de investigador como lector empedernido
o licenciatura – a destiempo, nunca tarde - en estudios Socio Culturales le
hizo ser el más grande de los tres.
Es la búsqueda incesante de uno de sus hijos, que quizás ni
quiera aparecer, de elegancia divina, para ser un guiñapo con la mala jugada de
la vida, una historia incógnita para todos y el amor de esos fuertes que dicen
esperar siempre con la puerta abierta al irredento.
Las historias de su prole o las propias de sí mismo, fueron
muchas, que con seguridad recorrerán una y otra vez reuniones familiares, cada
vez menos, entre risas, canciones, llantos, décimas enroladas ya por último en
la Casa del Abuelo, en Mabay, en controversias de concursos, historicista o
profesor de los adolescentes.
Dejar, buscar, acompañar o desaparecer de momento con un “vengo
más tarde”, solían ser parte de ese tío cotidiano, queriendo encontrar siempre
a su Hery, siguiendo el camino con la primera viudez a cuesta y la casi última,
en dueto, con una memoria perdida entre dos historias, o un último amor de
juventud, celada por hermanos mayores.
Sus décimas recorren lahistoria de su vida, encuentros y
desencuentros, ideas, ocurrencias, textos que alguna vez uno de sus hijos y yo
digitalizamos, así las perdimos en el vaivén de las tecnologías. En impresos,
en tertulias familiares o en la observación feliz del encuentro más grande que
recuerdo de todos sus hijos e hijas, de bailes, coreografías, risas,
competencias coreográficas, nuevas historias y siempre el deseo de ver escrito,
impreso, editado sus poesías, narraciones o anécdotas. Un tiempo incansable
para quedar en blanco y negro aunque fuere un combatiente en todas sus letras,
sin medallas.
Casi al final, envuelto en el cansancio de no querer ponerse
más los dichosos sueros, pues cuando iba mejorando – decía, - tenía que volver de nuevo a ellos -, o de
dolores incontrolables, aferrarse a los lugares, enarbolar el orgullo de su
atención de primera en hospitales militares o por donde supo que pasaban
militares con un alto historial a quedar entre sus primeros hijos, con el amor
de desarrapado por la pérdida maternal.
Es triste verlo irse, aun con el cuerpo sano de otros
dilemas, agotado de esos agobiantes días, hechos más largos por el dolor o la
impotencia, casi los primeros de su larga vida, aun corta para los que le
queremos, a solo unos del día de los padres…ese grande celebrado en Bayamo, por
sus dirigentes para los padres combatientes y las recientes víctimas del
accidente aéreo que sólo dejó a una con vida.
Te he dedicado otras poesías, otras palabras, otras ideas,
tío, ya lo sé, pero se me borraban, no
podía más que leértelas. Hoy quiero que vayan contigo tanto como se quedan
conmigo como el dibujo más rápido que ha terminado mi hijo, el puño que querías
para graficar tu libro.
Tu fuerza que nos acompaña siempre, tu carisma, tu
autenticidad. Gracias.
Tío: son dolores que rasgan la vida de la canción, que
también hacías, la canción que es vivirla, el letargo impotente que significa
“el origen”, de la familia, de la especie, los valores en que se ancla la
existencia misma, la más sutil. Es el camino del propósito que unos tienen más
corto, otros más largo.
Unos desde otra geografía, con el mismo latir, al unísono,
esa fuerza que da despedirte entre tus propias interpretaciones de la vida, en
la décima y en el canto, en tus mujeres e hijos que te han querido. En esa
nieta que espera un bebé o aquella que el mismo día de tu deceso coronaba la
vida con los más hermosos 15 años que una familia puede acurrar.
Hasta siempre tío,
Te amamos.
TGY